LA LETRA "K"
La letra K, para nuestra lengua es rígida, dura, hermética. Entre nosotros, las palabras con K se hicieron más o menos famosas debido a Kung Fu, a Kissinger, al Kamasutra y sobre todo por “King Kong”, ese gorila fantástico, algo erótico, que era más tierno y menos reaccionario que tantos gorilas autóctonos que todavía sobreviven. Son también conocidas palabras como kamikase, una extramaunción bélica individual actualizada por los atentados realizados por hombres bomba; o como Kenia, un país africano infaltable en el “National Geographic”. Tambien por “Katrina”, el huracán que dejó al descubierto la pobreza en un país que creíamos rico, y por Kavanagh, un edificio donde vive alguna gente notoria aunque no necesariamente notable ni noble. La economía tiene un referente famoso: Keynes. Un economista de mitad del siglo pasado que hoy vuelve a ser citado por gobiernos populares, o “populistas”, calificativo desdeñoso usado por los economistas liberales que se oponen la inversión pública aunque sea usada para aumentar los haberes de los jubilados o comprar leche para bebés con hambre.
De todos modos, en Argentina la K fue siempre una letra casi desempleada, de poca frecuencia en el lenguaje y escasa presencia en el diccionario. Allí, de entre más de cien mil vocablos apenas si se destacan kilo, karate, karma, káiser, kremlin y alguna otra. En lunfardo también hay pocas: keco por quilombo, kinoto, por testículo y kaften por cafisho. Sin embargo, al menos en este tramo de la historia argentina, la K ya no es sólo una letra más, incluida en al abecedario entre la J y la L. En nuestro país la “K” es hoy una letra literal y definitivamente política, un signo de identificación que por su propia inercia acaba identificando incluso a quienes la rechazan.
Néstor Kirchner es su referencia nominal. A partir de él son “K” los militantes originales y los asociados. Y son “K” los índices de precios del IndeK, cualquier persona que no haya estado a favor del campo y toda acción o funcionario del gobierno que los opositores le imponen la K para demonizarlos. La revista Noticias ha abusado de la letra K en sus tapas. Y ni hablar de los diarios Clarín y La Nación y los periodistas que proliferan en los medios afines. Hasta intelectuales de alto prestigio anterior, como Beatriz Sarlo, ya no pueden pensar sin basar sus pensamientos en la letra K. Porque el antikirchnerismo-versión actualizada del gorilismo- se entrampa en la K como se entrampan los cazadores incompetentes que, atentos únicamente a la mira del rile, no ven dónde pisan y entonces caen en la trampa que ellos mismos tienden.
Un clima de época “K” cunde y se expande sobre el abecedario. Su sucesora Cristina Fernández es también K por vocación y además por transferencia vinculante, y promete prolongar su vigencia fonética e incluso ampliar sus resonancias.
Lo cierto es que la “K”, entre nosotros, ha pasado a ser una letra famosa. De la distante y fría Patagonia pasó ser una sensación térmica calórica en todo el país. Y aunque el año 2009 a la “K” le resultó frío, siendo su mayor punto de congelamiento en la primavera, al año siguiente, en el invierno del Bicentenario, alcanzó calores multitudinarios.
Hay gente a la que todo le gusta tibio para no quemarse la lengua delicada. Pero hay otra a la que le gusta caliente y además picante, y entonces la K le cae más gourmet que cualquier otra. La K exige paladares entrenados en el puta parió y el chili. En el aguante. La reivindicación de los Derechos Humanos, la anulación de la Obediencia Debida y descolgar el cuadro de Videla en el propio recinto de los viejos adoradores, es un picante no apto para ciertos democráticos que en realidad no son “tan” como ellos dicen. La letra como sello de identidad otorga un rango semiológico a quien es designado con ella. Los “K” argentinos, no obstante ser estigmatizados por sus compatriotas negadores, no solamente recobraron la autoestima y la fueron propagando y transfiriendo entre sí, a tal punto que deberían comenzar a pensar en achicar las porciones de su ingesta para evitar el empacho. Sus detractores krepitan en sinuosidades rabiosas; solo ven que la K es una letra dura pero ignoran que lo es para proteger sus entrañas dulces. Eso los va desmoralizando, la letra se expande en la geografía y en los hechos. No para. No obstante ese encanto, a la letra le restan acechanzas no por menores menos amenazantes. Son poderosas y cuentan con lingüistas mediáticos obsesos y atacados de esa patología anti K, aunque incapaces de instalar otra letra que le compita. Les sobra el abecedario pero se quedan rumiando alrededor de esa letra sola que los aglutina en el rechazo. No conciben o no reaccionan que ese anti los ata a la letra y la agigantan.
Hace más de medio siglo el pueblo consagraba un estribillo que cantaba algo así: “…Yo te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P: Perón. Tuvo que pasar todo este largo tiempo para que a otra letra del abecedario- la K- el pueblo la asumiera como suya.
Fuentes: Leída por Carlos “Caco” Fernández, el 24-05-11 en su micro “La minka”, que se emite todos martes a las 16 hs. por FM Gospel.
Corriente Pucara Río Cuarto
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